Y a la misma hora de siempre, muy altas, muy lejos, se oyen unas voces inconfundibles, esperadas desde que marcharon hacia su trabajo. Vuelven las madres de mayo. Vienen huyendo del frío olvido y a su estela se va instalando, como un rastro, la mala sensación que les atormentó ya hace mucho tiempo. Por el momento son pocas. Tampoco ha habido grandes acontecimientos; aún habrán de pasar varias tempestades para que los horarios impropios lleven la esperanza a  sus corazones. Pero ese fino manto que les envuelve, es la base matriarcal sobre la que se asentará el cielo de los desaparecidos.